domingo, 30 de marzo de 2008

Anatolia. Día 3


Cuando el maltrato se vuelve norma, con solo que el destino suelte un poco la mano, se vive como un favor inmerecido.

En la mañana preciosa y preciosista en que el programa apuntaba a Hierapolis (Pamukkale) se confabularon varios favores tan deseados como agradecidos:

1.- La madrugada, que no fue especialmente dura pero si fue suficiente como para aliviarnos temprano de una habitación de hotel impropia,

2.- la oportunidad de abrir la jornada inaugurando los senderos de la necrópolis acompañados del privilegio, que nos permitió una primavera adelantada, del saludo de los primeros rayos de un sol tibio; el despertar perezoso de una fauna pujante y tierna; los trino, incansables y frescos de los polluelos de los pajarillos demandado urgente alimento para cobrar fuerza e iniciarse en el inseguro vuelo. Hasta un lagarto panzón y perezoso, aspiraba, extendido al sol, la madurez de una mañana calurosa y rotunda. Todo ello embebido en una fragancia limpia y evocante de quien sabe que campos en quien sabe que tiempos pasados

3.- La Necrópolis de Hierápolis, antesala de la propia ciudad, la descubierta y la enterrada

4.- El Castillo de Algodón de Pamukkale, sorpresa de la naturaleza, que generosa, abre sus entrañas para dejar fluir agua tibia y caliza en un espectáculo de armonía y color, dulces y serenos, como una sangría, blanca y azul, inagotable

5.- El Teatro de la ciudad, recortado en mitad de la colina, es medio camino, empinado, hasta alcanzar

6.- La Iglesia de San Felipe, hoy derruida por quién sabe qué enemigos de qué causas, donde martirizaron al Santo que le presta el nombre


Pero, como durante todo el viaje, una maravilla no puede eclipsar a otra maravilla, tras Pamukkale, Afrodisias, ciudad privilegiada por su carácter de sagrado y por tanto respetada por gente de guerras. Remanso de paz durante siglos, permito y favoreció el nacimiento de otras actividades artísticas (teatro, fácilmente imaginable en el Teatro grecoromano de la ciudad bien conservado y bien mantenido), culturales (poesía), atléticas (famosos juegos de Antioquia, en su no menos famoso estadio de Afrodisias)

Pero todo tiene un final, y lo que no lo destruye el hombre lo destruye la naturaleza y sendos terremotos en siglo VII y siglo XI fueron la antesala de la reubicación de la ciudad en un nuevo emplazamiento. La puntilla fue propiciada por el cambio del discurrir de carreteras que dejo olvidada a una ciudad en ruinas que ha permanecido enterrada hasta bien avanzada la segunda parte del siglo pasado (196x)

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